Es fascinante. Veo a mi sobrina empezar a hacer cosas, gatear por ejemplo. Me asombro de lo mucho que estoy aprendiendo. Me hace plantearme cosas con las que me siento totalmente identificado.

Lo de empezar a gatear, me muestra que sus dificultades y las mías hace un par de años, son las mismas.

Ella, para empezar, debe fortalecer los músculos y las articulaciones necesarias para el gateo. Es lo mismo que tengo que hacer yo en el gimnasio. Con la salvedad de que ella va muchísimo más rápido.

Ahora, podemos decir que aún no gatea, pero a su ritmo, no tardará más de quince días.

Si realizo una analogía conmigo, me tomo la libertad de hacerla con todo mi colectivo.

A ella, ahora mismo, le cuesta hasta mantener el equilibrio de rodillas, y no tiene todavía fuerza en los brazos. Pero ella, a diferencia de los adultos, no se cansa nunca.

Es verdad. Cuando se cansa, duerme. Mantiene un ritmo de vida más acorde con el ritmo de la naturaleza. Cuando no duerme, se esfuerza siempre en lo mismo, en lo que le cuesta.

Es lo que deberíamos hacer todos los que tenemos dificultades con algo. Sea físico o emocional. Reconocer el problema o dificultad, y actuar sobre él/ella.

Ya os iré explicando y contando cómo sigue la evolución de mi sobrina Hanna. Esto sólo es el principio.

Me veo en la obligación de explicar que preparé esta entrada hace unos diez días. En estos momentos ya os puedo decir que mi encantadora sobrina ya ha pasado a otra fase de su evolución y ya gatea. Me veo obligado a publicar la entrada, porque sino ya sería pasado. Mi sobrina ya gatea a la perfección en estos diez días.